Es
indispensable plantar y cuidar los árboles.
Es bien sabido que las plantas son muy importantes para nuestra vida. Ellas
proveen el oxígeno que respiramos y nos dan una variedad de productos
como deliciosas frutas, sombra- refugio, flores, hojas, medicinas, etc.
Los árboles también crean y mantienen la superficie del suelo
previniendo de esta manera la erosión. Al cortar los árboles-
en forma- irresponsable, y al ser negligentes en replantarlos, se destruye
el equilibrio natural. Los árboles deben ser plantados combinados
en sus diferentes especies, y árboles- frutales deben ser plantados
en lugares tales como carreteras públicas y parques, para que los
viajeros con hambre puedan satisfacerse.
El
cuidado de los ríos y bosques forma parte integral de la vida y
adoración de los vaisnavas. Ríos sagrados como el Yamuna
y el Ganges, árboles santos como el Baniano, Tamal, Pipal, Kadamba,
son muy respetados en los Vedas. Krisna es tan bondadoso que nos da Su
gracia en la forma de baya pura, nueces y frutas; pero el hombre, como
producto de su codicia-, ha convertido en desierto muchos lugares de la
tierra, al cortar sus árboles y enriquecerse en forma ostentosa
con éstos y otros productos. Es por ello importante separar la basura
en forma estricta y reciclarla lo mejor posible, para comenzar su etapa
de recuperación.
No
más viajes inútiles en carros. Usemos la bicicleta siempre
que sea posible. Caminemos más. No contaminemos el aire por razones
de poco peso. Haga el menor uso de cosas plásticas. Es preferible
elaborar juguetes de madera para los niños, y educarlos para que
sientan y amen la naturaleza, enseñándoles acerca de madre
naturaleza y su Padre Krisna.
Participar
activamente en servicios cívicos tales como plantar árboles
en lugares públicos, el suministro de agua potable a los viajeros,
limpieza de áreas sucias, reciclaje de la basura, protección
en contra del abuso a los animales, etc. Debemos ver la energía
de Dios manifestada en todo, y así actuar con la máxima responsabilidad
y cuidado. Incluso una llave que esté goteando debe cerrarse. Debemos
economizar energía.
A continuacion
viejas enseñanzas para tiempos modernos:
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CARTA DEL JEFE INDIO SEATTLE, AL
SEÑOR FRANKLIN PIERCE, PRESIDENTE DE ESTADOS UNIDOS
En 1854, el Gran Jefe Blanco
de Washington hizo una oferta por una gran extensión de tierras
indias, prometiendo crear una «reservación» para el
pueblo indígena. La respuesta del Jefe Seattle, aquí publicada
en su totalidad, ha sido descrita como la declaración más
bella y más profunda jamás hecha sobre el medio ambiente.
¿Cómo se puede comprar o vender el firmamento, ni aún
el calor de la tierra? Dicha idea nos es desconocida. Si no somos, dueños
de la frescura del aire ni del fulgor de las aguas, ¿cómo
podrá, ustedes comprarlos? Cada parcela de esta tierra es sagrada
para mi pueblo, cada brillante mata de pino, cada grano de arena en las
playas, cada gota de rocío en los bosques, cada altozano y hasta
el sonido de cada insecto es sagrado a la memoria y al pasado de mi pueblo.
La savia que circula por las venas de los árboles lleva consigo
las memorias de los pieles rojas-. Los muertos del hombre blanco se olvidan
de su país de origen cuando emprenden sus paseos- entre las estrellas;
en cambio-, nuestros muertos nunca pueden olvidar esta bondadosa tierra,
puesto que es la madre de los pieles rojas. Somos parte de la tierra y
asimismo, ella es parte de nosotros. Las flores perfumadas son nuestras
hermanas; el venado, el caballo, la gran águila; éstos- son
nuestros hermanos. Las escarpadas- peñas, los húmedos prados-,
el calor del cuerpo del caballo- y el hombre, todos pertenecemos a la misma
familia. Por todo ello, cuando el Gran Jefe de Washington nos envía
el mensaje de que quiere comprar nuestras tierras, nos está pidiendo
demasiado. También el Gran Jefe nos dice que nos reservará
un lugar en el que podamos vivir confortablemente entre nosotros. El se
convertirá en nuestro padre y nosotros- en sus hijos. Por ello estamos-
considerando su oferta de comprar nuestras tierras. Ello no es fácil
ya que esta tierra es sagrada- para nosotros. El agua cristalina- que corre
por ríos y arroyuelos no es solamente el agua sino también
representa la sangre de nuestros antepasados. Si les vendemos nuestras
tierras, deben recordar que son sagradas y a la vez deben enseñar
esto a sus hijos y que cada reflejo fantasmagórico- en las claras
aguas de los lagos cuenta los sucesos- y memorias de las vidas de nuestras
gentes. El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre. Los ríos
son nuestros hermanos- y sacian nuestra sed, son portadores de nuestras
cano-as- y alimentan a nuestros hijos-. Si les vendemos nuestras tierras
ustedes deben recordar y enseñarles a sus hijos que los ríos
son nuestros hermanos y también lo son suyos y, por lo tanto, deben-
tratarlos con la misma dulzura- con que se trata a un hermano. Sabemos
que el hombre blanco no comprende nuestro modo de vida. El no sabe distinguir
entre un pedazo- de tierra y otro, ya que es un extraño que llega
de noche y toma de la tierra lo que necesita. La tierra no es su hermana
sino su enemiga y una vez conquistada sigue su camino, dejando atrás
la tumba de sus padres sin impor-tarle. Le secuestra la tierra a sus hijos.
Tampoco le importa. Tanto la tumba de sus padres como el patrimonio de
sus hijos son olvidados. Trata a su madre, la tierra-, y a su hermano,
el firmamento, como objetos que se compran, se explotan y se venden como
ovejas o cuentas de colores. Su apetito devorará la tierra dejando
atrás sólo un desierto. No sé, pero nuestro modo de
vida es diferente al de ustedes. La sola vista de sus ciudades apena los
ojos del piel roja. Pero quizás sea porque el piel roja es un salvaje
y no comprende nada. No existe un lugar tranquilo en las ciudades del hombre
blanco, ni hay sitio donde escuchar cómo se abren las hojas de los
árboles en primavera o cómo aletean los insectos. Pero quizás
también esto debe ser porque soy un salvaje que no comprende nada.
El ruido parece insultar nuestros oídos. Y, después de todo
¿para qué sirve la vida si el hombre no puede escuchar el
grito solitario del chotacabras (aguaita-caminos) ni las discusiones nocturnas
de las ranas al borde de un estanque? Soy un piel roja y nada entiendo.
Nosotros preferimos el suave susurro del viento sobre la superficie de
un estanque, así como el olor de ese mismo viento purificado por
la lluvia del mediodía o perfumado con aromas- de pinos. El aire
tiene un valor- inestimable para el piel roja ya que todos los seres comparten
un mismo aliento, la bestia, el árbol, el hombre, todos respiramos
el mismo aire. El hombre blanco no parece consciente del aire que respira;
como un moribundo que agoniza durante muchos días es insensible
al hedor. Pero si les vendemos- nuestras tierras deben recordar que el
aire nos es inestimable, que el aire comparte su espíritu con la
vida que sostiene. El viento que dio a nuestros abuelos el primer soplo
de vida, también recibe sus últimos suspiros. Y si les vendemos
nuestras tierras, ustedes deben conservarlas como cosa aparte y sagrada,
como un lugar donde hasta el hombre blanco pueda saborear el viento perfumado
por las flores de las praderas. Por ello estamos considerando su oferta
de comprar nuestras tierras. Si decidimos aceptarla, yo pondré condiciones:
El hombre blanco debe tratar a los animales de esta tierra como a sus hermanos.
Soy un salvaje y no comprendo otro modo de vida. He visto a miles de búfalos
pudriéndose en las praderas, muertos a tiros por el hombre blanco
desde un tren en marcha. Soy un salvaje y no comprendo cómo una
máquina- humeante puede importar más que el búfalo
al que nosotros matamos sólo para sobrevivir. ¿Qué
seria del hombre sin los animales? Si todos fueran exterminados, el hombre
también moriría de una gran soledad espiritual; porque lo
que le suceda a los animales también le sucederá al hombre.
Todo va enlazado. Deben enseñarle a sus hijos que el suelo que pisan
son las cenizas de nuestros abuelos. Inculquen a sus hijos que la tierra
está enriquecida con la vida de nuestros semejantes a fin de que
sepan respetarla. Enseñen a sus hijos que nosotros hemos enseñado
a los nuestros que la tierra es nuestra madre. Todo lo que le ocurra a
la tierra le ocurrirá a los hijos de la tierra. Si los hombres escupen
en el suelo, se escupen a sí mismos. Esto sabemos-: La tierra no
pertenece al hombre; el hombre pertenece a la tierra. Esto sabemos, todo
va enlazado, como la sangre que une a una familia. Todo va enlazado. Todo
lo que le ocurra a la tierra, le ocurrirá a los hijos de la tierra.
El hombre no tejió la trama de la vida; él es sólo
un hilo. Lo que hace con la trama se lo hace a sí mismo. Ni siquiera
el hombre blanco, cuyo Dios pasea y habla con él de amigo a amigo,
no queda exento del destino común. Después de todo, quizás
seamos hermanos. Ya veremos. Sabemos una cosa que quizás el hombre
blanco descubra un día: nuestro Dios es el mismo Dios. Ustedes pueden
pensar ahora que El les pertenece lo mismo que desean que nuestras tierras
les pertenezcan; pero no es así. El es el Dios de los hombres y
su compasión se comparte por igual entre el piel roja y el hombre
blanco. Esta tierra tiene un valor inestimable para El y si se daña
se provocaría la ira del Creador. También los blancos se
extinguirían, quizás antes que las demás tribus. Contaminen
sus lechos y una noche perecerán ahogados en sus propios residuos.
Pero ustedes caminarán hacia su destrucción rodeados de gloria,
inspirados por la fuerza del Dios que los trajo a esta tierra y que por
algún designio especial les dio dominio sobre ella y sobre el piel
roja. Ese destino es un misterio para nosotros, pues no entendemos por
qué se exterminan los búfalos, se doman los caballos salvajes,
se saturan los rincones secretos de los bosques con el aliento de tantos
hombres y se atiborra el paisaje de las exuberantes colinas con cables
parlantes. ¿Dónde está el matorral? Destruido. ¿Dónde
está el águila? Desapareció. Termina la vida y empieza
la supervivencia. |
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