Es
fundamental comprender que toda acción traerá su correspondiente
reacción. El mal que hacemos hoy
nos perseguirá mañana; de esta manera recibimos en forma
automática los resultados que merecemos del pasado.
Las
atrocidades de la humanidad en contra de los aborígenes, los niños
en el vientre, los des-protegidos, etc., son tan incalificables que tenemos
que reconocer que los seres humanos somos potencialmente muy peligrosos.
Nuestros
prejuicios, nuestro complejo de superioridad e inferioridad, nuestras simpatías
y antipatías, nos llevan a ser injustos, fanáticos, crueles
y egoístas. Si no somos cuidadosos, podremos ser culpados de formar
parte de las fuerzas destructivas que propician el mal.
Tenemos
que rendirnos a la verdadera bondad, desde lo más profundo de nuestro
corazón, para librarnos de nuestro propio condi-cionamiento. La
conciencia de hermandad universal es la única capaz de hacernos
responsables de nuestras relaciones. Incluso si lo llamamos con diferentes
nom-bres, si lo reconocemos a Él como nuestro Padre común,
Él nos guiará por el camino de la verdad.
Debemos
entender la ciencia de la reencarnación y realizar que estamos entregando
la tierra a nuestros hijos, quienes a su vez nos la devolverán en
nuestras futuras vidas. En esta forma nos volveremos más responsables.
Quienes no tienen religión alguna pueden adorar a Dios en la forma
de la madre naturaleza, de la verdad, bondad, compasión, y de otras
virtudes similares. De esta manera ellos tampoco estarán en desarmonía
con el interés común. |